BRAGANÇA, EL CASTILLO Y POCA COSA MÁS.
Bragança está en el nordeste del país y a escasa distancia de Puebla de Sanabria; lo malo es que los accesos hasta la autovía son lamentables. Mejor es la comunicación por Quintanilla si venimos de Zamora. La ciudad es para muchos españoles una primera toma de contacto con el país, pero que nadie vaya pensando en grandes almacenes como los de Chaves o un comercio enfocado a los turistas como ocurre en Valença do Minho.
Bragança tiene nueve meses de invierno y tres de infierno, ya que el clima es continental y hay mucho frío o mucho calor. Hay hasta Pousada y todo, junto con varios hoteles como el Ibis o el San Lázaro, pero no mucho más. Aquí se viene fundamentalmente de paso y no hay motivo para pernoctar; yo sí lo hice un par de veces pero eran otros tiempos.
El castillo con su perímetro amurallado sí merece la pena y a eso es a lo que entraremos a Bragança, una ciudad que ha crecido muchísimo y que tiene un curioso aire muy francés en todas las zonas nuevas. Menos mal que el casco antiguo sí es profundamente portugués.
Por esta zona el caracter de los habitantes no es precisamente la alegría de la huerta y se respira un ambiente serio y discreto.
Ahora bien, no es que no haya más cosas para ver sino que se trata de un patrimonio que sólo se puede valorar si uno entiende de Arte e Historia. Otra posibilidad es aprovechar las visitas guiadas a la ciudad, diarias y con varios horarios disponibles. Para contactar con la guía que se encarga del tema podemos escribir a emilianogueiro@gmail.com
Los precios en esta zona son más bajos que en el resto de Portugal y gran número de habitantes habla español con tanta soltura que uno se sorprende.