RESTAURANTE NOVA VILA. CELORICO DE BASTO. COMER COMO NUNCA A PRECIOS DE ANTES
No es un lugar fashion de moda ni es un gastrobar ni tiene pretensiones. Se dedican únicamente a servir cocina portuguesa tradicional. Así de sencillo y así de complicado de encontrar en los tiempos que corren. Nada de innovaciones arriesgadas; únicamente los mismos platos de toda la vida que se podrían haber degustado hace cincuenta años y que siguen sabiendo igual de bien que entonces. El restaurante Nova Vila se encuentra en Celorico de Basto, uno de los pueblos más bonitos de Portugal, no lejos de Amarante. La población tiene desde hace poco un hotel de cuatro estrellas, el Celorico Palace, con buenos precios y mejor calidad. Como se trata de una zona poco turística (de momento), el mercado de la restauración está orientado casi exclusivamente a la clientela local, con lo que los precios tienen que ser muy competitivos, incluso en una localidad en la que hay poca oferta de restaurantes.
Dado que últimamente los precios de una buena comida en Portugal son demasiado parecidos o incluso superiores a lo que se puede pagar en España, resulta agradable un regreso al pasado, aquellos tiempos en los que los platos se servían en grandes bandejas con generosos acompañamientos de guarnición. Como la cocina portuguesa no se complica la vida con elaboraciones ni salsas, la calidad del ingrediente es fundamental y las cosas saben a lo que deben saber. El restaurante tiene una fachada moderna y por dentro la decoración es cualquier cosa menos motivadora, así que la comida tiene que ocupar el centro de la atención. No hay carta en el exterior pero puedes entrar y pedirla para sorprenderte con precios de la época en la que se pagaba con escudos y no con euros.
Aquí dos personas salen directamente para la cama o para el hospital por menos de treinta euros. Las raciones, sin ser pantagruélicas, resultan abundantes y el aceite utilizado parece de primera. Tanto el arroz como las patatas fritas saben al recuerdo que teníamos de ellos cuando eramos niños. Lo curioso es que te puedes tomar una botella de vino blanco joven de la casa por la cantidad de tres euros y encima sorprenderte de lo bueno que está. En la única cena que disfruté en el local pedimos un bacalao que vino soberbio, nada seco y con buenas lascas, acompañado de patatas "a murro", es decir, con piel. También tomamos carne de ternera en media ración y no hubo queja.
Al mediodía de lunes a viernes se puede comer un menú con sopa, plato y postre, pero ignoro el precio, aunque parece ser que se queda en once euros. Un asturiano queda satisfecho de sobra y eso quiere decir algo.
Si vas de camino entre Chaves y Oporto te puedes desviar pero hay muchas curvas. Si viajas entre Bragança y Porto el desvío ya es mucho mejor. No obstante, es recomendable pasar una noche en la zona porque se trata del Portugal que ya no existe. El paisaje de la comarca es vitivinícola y eso a los que somos de los Picos de Europa nos encanta.
El restaurante está justo frente a la entrada de la biblioteca municipal, que merece una visita porque no hay cosa parecida en muchos kilómetros a la redonda. Luego podemos descansar en el parque de Freixieiro, toda una belleza. A pocos metros está en hotel Celorico Palace, con su spa y sus habitaciones nuevecitas.
Me encantó el reencuentro con los sabores que descubrí hace décadas. Por supuesto que los precios actuales del local parecen sacados del baúl de los recuerdos. Aprovecharemos mientras se pueda.
Dado que últimamente los precios de una buena comida en Portugal son demasiado parecidos o incluso superiores a lo que se puede pagar en España, resulta agradable un regreso al pasado, aquellos tiempos en los que los platos se servían en grandes bandejas con generosos acompañamientos de guarnición. Como la cocina portuguesa no se complica la vida con elaboraciones ni salsas, la calidad del ingrediente es fundamental y las cosas saben a lo que deben saber. El restaurante tiene una fachada moderna y por dentro la decoración es cualquier cosa menos motivadora, así que la comida tiene que ocupar el centro de la atención. No hay carta en el exterior pero puedes entrar y pedirla para sorprenderte con precios de la época en la que se pagaba con escudos y no con euros.
Aquí dos personas salen directamente para la cama o para el hospital por menos de treinta euros. Las raciones, sin ser pantagruélicas, resultan abundantes y el aceite utilizado parece de primera. Tanto el arroz como las patatas fritas saben al recuerdo que teníamos de ellos cuando eramos niños. Lo curioso es que te puedes tomar una botella de vino blanco joven de la casa por la cantidad de tres euros y encima sorprenderte de lo bueno que está. En la única cena que disfruté en el local pedimos un bacalao que vino soberbio, nada seco y con buenas lascas, acompañado de patatas "a murro", es decir, con piel. También tomamos carne de ternera en media ración y no hubo queja.
Al mediodía de lunes a viernes se puede comer un menú con sopa, plato y postre, pero ignoro el precio, aunque parece ser que se queda en once euros. Un asturiano queda satisfecho de sobra y eso quiere decir algo.
Si vas de camino entre Chaves y Oporto te puedes desviar pero hay muchas curvas. Si viajas entre Bragança y Porto el desvío ya es mucho mejor. No obstante, es recomendable pasar una noche en la zona porque se trata del Portugal que ya no existe. El paisaje de la comarca es vitivinícola y eso a los que somos de los Picos de Europa nos encanta.
El restaurante está justo frente a la entrada de la biblioteca municipal, que merece una visita porque no hay cosa parecida en muchos kilómetros a la redonda. Luego podemos descansar en el parque de Freixieiro, toda una belleza. A pocos metros está en hotel Celorico Palace, con su spa y sus habitaciones nuevecitas.
Me encantó el reencuentro con los sabores que descubrí hace décadas. Por supuesto que los precios actuales del local parecen sacados del baúl de los recuerdos. Aprovecharemos mientras se pueda.