SANTO TIRSO. PROBABLEMENTE UNA DE LAS MEJORES CIUDADES DE PORTUGAL.
Tengo que reconocer que llegué a Santo Tirso por puñetera casualidad. Se da la circunstancia de que me encanta perderme deliberadamente por las carreteras de Portugal, en busca de nuevos caminos y sorpresas. Pues no me salió nada mal el día que llegué a esta ciudad. No figura en las rutas turísticas para extranjeros pero hay atractivos que gustan a los locales. Para empezar, tenemos el Monasterio de Sao Bento, justo nada más entrar a la ciudad. Todo un monumentazo que desgraciadamente solo se puede visitar con reserva previa. Sí se pueden entrar a la iglesia. Justo ahí se puede aparcar cómodamente y luego subir andando a la ciudad a través de un hermoso parque. Ojo porque no se acaban ahí los atractivos de la ciudad, en la cual hay no menos de 50 estatuas repartidas por toda la población.
Eso sí, no pretendas llegar en tren porque la ubicación de la estación es pésima y tiene una lamentable accesibilidad, ya que está pensada para llegar hasta ella en coche.
Santo Tirso está muy cerca de Guimaraes y debería ser parada obligada al menos para unas horas, ya que tampoco es el típico sitio para quedarse a dormir; hay oferta de alojamiento pero escasa.
Si vamos desde Oporto se accede por la autopista A-3 en dirección Braga. Hay salida hacia Santo Tirso y obviamente la veremos también si bajamos desde Valença por esa misma autopista.
Otra interesante propuesta es cruzar el llamado puente de la alameda que nos saca de la ciudad y nos lleva por una preciosa ruta peatonal al lado del Río Ave. No solo haremos un poco de ejercicio sino que además tendremos la grata sorpresa del parque recreativo Sara Moreira al final de la ruta, todo un océano de verdor y de instalaciones al servicio del ciudadano.
Si optamos por acceder al cogollo urbano nos toparemos con una ciudad muy amigable, llena de zonas verdes y con edificios de altura razonable. No es un lugar donde vivir intensamente la historia pero sí un presente placentero. Cero turistas y nada de aglomeraciones.
A los portugueses suelo comentarles que mi ciudad preferida es Viseu, pero debo reconocer que Santo Tirso tiene su encanto, con menor tamaño eso sí. Ojo porque el plano urbano es poco intuitivo y más bien algo laberíntico, que no caótico, pero ahí está la gracia.
Santo Tirso se merece una visita. Ya sé que no siempre hay tiempo para lugares sorpresa pero probablemente esta ciudad nos muestre una calidad de vida muy portuguesa y por tanto envidiable.
Eso sí, no pretendas llegar en tren porque la ubicación de la estación es pésima y tiene una lamentable accesibilidad, ya que está pensada para llegar hasta ella en coche.
Santo Tirso está muy cerca de Guimaraes y debería ser parada obligada al menos para unas horas, ya que tampoco es el típico sitio para quedarse a dormir; hay oferta de alojamiento pero escasa.
Si vamos desde Oporto se accede por la autopista A-3 en dirección Braga. Hay salida hacia Santo Tirso y obviamente la veremos también si bajamos desde Valença por esa misma autopista.
Otra interesante propuesta es cruzar el llamado puente de la alameda que nos saca de la ciudad y nos lleva por una preciosa ruta peatonal al lado del Río Ave. No solo haremos un poco de ejercicio sino que además tendremos la grata sorpresa del parque recreativo Sara Moreira al final de la ruta, todo un océano de verdor y de instalaciones al servicio del ciudadano.
Si optamos por acceder al cogollo urbano nos toparemos con una ciudad muy amigable, llena de zonas verdes y con edificios de altura razonable. No es un lugar donde vivir intensamente la historia pero sí un presente placentero. Cero turistas y nada de aglomeraciones.
A los portugueses suelo comentarles que mi ciudad preferida es Viseu, pero debo reconocer que Santo Tirso tiene su encanto, con menor tamaño eso sí. Ojo porque el plano urbano es poco intuitivo y más bien algo laberíntico, que no caótico, pero ahí está la gracia.
Santo Tirso se merece una visita. Ya sé que no siempre hay tiempo para lugares sorpresa pero probablemente esta ciudad nos muestre una calidad de vida muy portuguesa y por tanto envidiable.